miércoles, 2 de junio de 2010

A modo de imitación (Francys Diaz)

Hoy es 15 del mes actual, son casi las 12:30 del medio día, hora para ir a almorzar y descansar, el calor hace de las suyas, todo invita a estar en casa, a salvo de este caos que estoy viviendo en medio de una gran cola del Banco, sí, estoy en ese Banco en donde la cola casi no avanza, de paso, con los aires acondicionados apagados, por el razonamiento eléctrico, mas el bullicio de la gente que critica y se queja de todo, y por allá, mas atrás un niñito con muy buenos pulmones que grita y llora si cansarse, al cual no tengo nada que reprocharle pues seguramente si pudiera, lloraría igual o mucho más que él, pues estos zapatos me están matando, y el hambre está haciendo de las suyas, y para rematar tengo al lado al típico charlatán, galán de otoño, que intenta deslumbrar e impresionar a cualquier chica que le pase por delante, llevo más de treinta minutos tratándolo de ignorar pero nada, incluso me puse a leer, pero no le importa, él solo hablaba y hablaba, hablaba, hablaba, hablaba, hablaba, hablaba y ¡venga a hablar!, yo sólo cuento los minutos, pero da igual, pues son las 12:55, y sigo en el mismo lugar y con este charlatán al lado, que no entiende que no quiero escucharlo, cómo es posible que existan personas así, qué son tan tontos que ni saben cuando estorban; yo soy defensora de los limites personales, y simplemente pienso, que no esta bien invadir de esa manera el espacio de alguien y mucho menos si es desconocido, y no es que yo sea poco sociable, al contrario, gozo de una excelente capacidad para hacer buenas relaciones, pero uno sabe cuando y donde, y justamente esta cola interminable y tediosa no es buena ocasión para intentar hacer amistades; tengo una orquesta en mi estomago, ojala me hubiese comido el desayuno que mi madre me hizo; ya es la 1:25pm y la cola a avanzado solo un poco, no me alienta, pues aún tengo al lado al impertinente que continua hablando, hablando, hablando y hablando, comienzo a transpirar, las minutos comienzan a correr, no es posible que uno pierda una tarde de su vida así no mas, ¡que barbaridad son las 2:00pm y aún en mi horizonte no se vislumbra taquilla alguna!, ¡tengo a medio Banco delante de mi!, este tipo me sigue hablando, el niño sigue chillando, el calor cada vez mas bochornoso me tiene agobiada, mis pies ya no son pies, solo son dos cosas muy inflamadas, que están a punto de reventar, cuarteados por las tiritas de mis zapatos, se deja ver lo roja y morada que tengo la piel, tengo mas ganas de comer que de cualquier cosa, llegan y llegan mas personas, cómo es posible que en pleno siglo XXI, sucedan estas cosas, cómo es posible que con tantos avances y evolución ya sean las 3:00 de la tarde y yo esté perdiendo valiosas horas de mi vida, en este sitio, sí, ya se que tengo la opción de irme, pero es que para qué irme, si ya he esperado tanto tiempo, debo retirar este dinero, yo nunca me atraso con mis cuentas, qué dirían de mi, como me encantaría poder decirle cuatro cosas al gerente, de ser yo la gerente nada de esto estaría sucediendo, tomaría precauciones, contrataría el mejor recurso humano, mejoraría las instalaciones, y todos buscarían una escusa para poder pasar mas horas en el Banco, sería un Banco modelo, ejemplo a seguir por muchos y modestamente no por mi, sino que por hacer las cosas bien, con eficiencia y eficacia, y así no estaría yo, esta simple mortal a las 3:20pm en esta Cola infernal, en donde todo cada vez se me hace más agudo… Finalmente he llegado hasta la taquilla, son las 4:30pm, no siento los pies, estoy más que aturdida, no veo la hora en la que llegue a casa a comer, sudada y obstinada, pero esa taquilla se ve como la Gloria, por fin retiraré el dinero y finalmente todo valió la pena, impresionantemente el hombre continúa hablando, hablando y hablando, pero ya ni lo escucho, sólo deseo tomar mi dinero y largarme, ya muy cerca de cumplir mi cometido, todo se detiene, la mujer detrás de la taquilla me mira fijamente, me regresa la planilla del retiro y con una sonrisa en sus labios, me dice: “disculpe señorita pero se acaba de ir la línea, debe esperar”, eso, junto a lo que el fastidioso que me torturo todas estas horas dejo con risita burlona fueron las ultimas palabras que recuerdo, hasta que volví en si, con mi zapato tacón Luis XVI en mano y el hombre tirado en el piso.

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