sábado, 8 de mayo de 2010

Cronologia del miedo (Neumarú Calderas)

MARTINA

Lunes.

Después de un tiempo, su presencia no deja de sentirse, sigue al acecho, pero cada día su presencia es mayor y ahora, ha tomado mas fuerza sobre mí. La he llamado Martina, cuando la veo tiene cara de Martina. Me dispongo a ir al trabajo, pero al intentar salir de casa la veo. Ella se encuentra justamente en el umbral de la puerta principal que da a la salida de la casa. Me quedo allí detenida. Mi cuerpo se encuentra inerte, sin vida, sin pulso. Mi día ha cambiado de planes. Mal comienzo de semana.

Martes.

Ya no está en el umbral, ahora puedo salir. Me dirijo al estacionamiento, pero la siento. Ella ha aprovechado mi salida para perseguirme. Corro hasta el carro, entro con ansiedad y torpeza, enciendo el carro, pero de nuevo la siento. Ella es más rapida que yo y ha entrado sin darme cuenta, ahora en ese reducido espacio me acompaña. Me muero del miedo nuevamente. Resignada, salgo del carro muy lentamente para hacerle saber que ha ganado. Mi cama me recibe de nuevo.

Miercoles.

Logré huir. Vencí a Martina. Un día de gloría. Todo el mundo sólo para mi. Hoy pude quitarme la humedad y el olor a sudor de miedo de mi cuerpo. Me detengo en un semáforo. ¿Qué? ¿Es ella? ¡No puede ser!. Pero, ¿Cómo llegó a lo alto del semáforo?. Sin duda es ella, son sus ojos, me mira, es el mismo brillo que veo en los ojos que me aparecen en las noches oscuras en el cuarto, o a la salida del baño, o cuando estoy sentada en la sala pensando. Sin duda, es Martina, me ha encontrado. Creo que he formado un caos en la calle, pero allí, me quedo detenida sin poder hacer nada, el tiempo pasa y sigo sin hacer nada. No puedo moverme, ella se dará cuenta y saltará sobre mi carro, me erizo con solo imaginar escuchar sus pasos en el capot del carro. 9:15 a.m., sin carro he regresado a mis sábanas humedas.

Jueves.

Despierto. Día humedo. Son las 11:00 a.m., pero en mi cuarto no parece haber amanecido. ¿Qué hacer hoy?... Ella, espera que intente algo, para demostrarme su superioridad, para vencerme nuevamente. Llamaré a la oficina, sin duda esta semana seguiré indispuesta para trabajar.

Viernes.

Con un zapato en la mano y cubierta de telas de pies a cabeza, voy a la cocina. Me queda algo de frutas, quesos y pan. Todo está tan oscuro, pero mis relojes me dan la certeza del medio día. Ella, ha logrado tapiar las ventanas y hacer de mi casa su hogar perfecto. ¿Cuándo sucedió? ¿cómo dejé que pasara? ¡Martina! ¡Martina!, la llamo, necesito saber donde está, que no me tome de sorpresa. Odio cuando se aparece de sorpresa. Sigo avanzando y aún no aparece. Me sirvo unas frutas, un vaso de leche y algo de queso. Luego, meto mi mano en la bolsa de pan, pero ¿qué es esto?. Como quien pierde la vida y le pasa su historia por la mente, en este instante recuerdo cuando la traía a casa, y sus patas salieron de aquella caja y rozaron mi piel. Un estupor paralizante recorre nuevamente mi cuerpo, como aquel día. Maldito día. Reacciono tras unos instantes y huyo con la comida que pude tomar a mi cama. Martina se ha adueñado de una nueva zona de la casa.

Sábado.

Parece que Martina está protegida y la benefician los dioses. Ahora la casa está más oscura y más humeda pues ha comenzado a llover. Debo ir al baño. El piso está frío y cubierto por una capa de suciedad que ha aparecido de la noche a la mañana. Parece que la guerra es totalmente frontal. Al salir del baño, allí está, frente a mí, moviendo sus asquerosas antenas, que me amenazan, que me desaparecen. Ella, avanza hacia mí y yo retrocedo, todo sucede en cámara lenta. Ella, marca su territorio. Me deja sin nada. Hace que corra a mi cama. Se queda allí por un rato, necesita asegurarse que no vuelva a bajarme. Luego, se va a lo suyo. ¿A lo suyo? o ¿ a lo mío?. Dejo de ser, de estar. Ahora resignada a mi 1,50 por 2 metros de cama, ¿qué hacer?. Por lo menos, hasta ahora, nunca he oído que las cucarachas duerman sobre almohada de plumas y sabanas de algodón.

Domingo.

Lo he pensado toda la noche. No es posible que una mujer madura, se comporte así. Despieto sabiendo que debo ser más fuerte, agarrar el control de mi vida y definitivamente tomar acciones en el asunto. Me levanto. Ella, está, pero no se deja ver por mí. Con rápidez saco algo de ropa de mi closet y lo coloco en una pequeña maleta. Creo que no necesito nada más, igual, no cuento con mucho tiempo para llevar a cabo esta decisión. Ella tiene sus ojos puestos sobre mi todo el tiempo, lo siento en mi espalda, monitorea qué guardo en la maleta. Me arreglo rápidamente. Doy unos pasos hasta la puerta que da a la calle. Ella me ha seguido, pero se mantiene distante. Creo que ya descubrió lo que pretendo hacer. Volteo y miro el alrededor. Al pasar mi mirada por el espacio coincido con la de ella, que se encuentra acechando en un ricón de las profundidades de la casa. En sus ojos se ve el brillo del triunfo. ¿A mí?, no me importa mucho, total la casa, nunca me gustó tanto.

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