domingo, 30 de mayo de 2010

A modo de imitación (Henry Rosales)

Recuerdo como si fuera ayer la ida a un teatro mas allá del camino, la hora de salida del apartamento donde nos estábamos quedando, donde desde hacia día vivíamos, era a las 2:00p.m luego de tomar el almuerzo, recoger los platos y darnos el tupe de descansar por un instante, ya todos estaban listos, ya todos con sus maletas, vestuarios y demás arreglado, a esa hora aun yo terminaba de cepillarme para proceder a terminarme de arreglar y pasar de esa manera a meter los últimos detalles en mi bolso que todavía faltaban, el reloj marcaba la 1:30pm, sus agujas no me sonaban tanto en la cabeza a manera de apresuro, para mi era “temprano”, todos abajo ya, montándose en la vans, a tiempo, mi bolso aun un tanto vacío me exigía que fuera llenado por completo y nos diéramos prisa por estar a la hora montados y arrancando hacia nuestro destino, mi cabello seguía siendo arreglado, una llamada por teléfono hizo que la noción del tiempo fuera nula, inexistente, y me instale a contar experiencias vividas a lo largo de esa semana que estaba corriendo, un intercomunicador que suena, unos gritos desde abajo, desde ese primer piso y estacionamiento donde por mi esperaban se metían en mi oído desocupado, ya el numero dos estaba por acercarse, faltaban escasos segundos, cuando cierro aquella llamada, veo la hora en la pantalla de mi celular y como por arte de magia mi bolso ya estaba listo y yo ya bajaba por las escaleras, era la primera vez que bajarlas desde un cuarto piso se me hacia tan veloz, a mi parecer solo fueron tres o a lo sumo 4 escalones en total, finalmente me monto y las caras de mis compañeros, de mis directores y productores, incluyendo del chofer era mas largas que la espera y el camino que aun nos faltaba para estar en aquel teatro a tiempo, tiempo? El tiempo, palabra que a veces se me torna tan tardía, tan que pasa a la velocidad en que los demás lo perciben, será acaso que tengo enfrentamientos mentales graves con los minuteros? o sencillamente que la impuntualidad deja de ser un defecto personal para convertirse en una manía, en algo ontológico, en fin, ya en mi puesto, que dicho sea de paso, íbamos como sardinas y aquel hombre era un cochino, olía mal, si, el chofer, era un ser que por mas que tuviéramos las ventanas abiertas y el mejor perfume ante nuestras narices, su no fragancia se instalaba en nuestras fosas como si quisiera expropiarlas sin derecho a pataleo, seguíamos andando y el olor iba aumentando junto a los regaños y quejas por mi tiempo a deshora, iban pasando los minutos, y los segundos como que iban mas apresurados que de costumbre, y el hecho de llegar a la hora pautada se hacia más incontrolable, las 2:30, las 2:35. las 2:45, las 2 con 50, las 3 en punto, y kilómetros faltaban y la atmosfera olorosa de aquel Channel Nº 5 vencido de un zorrillo muerto por mas de cien décadas, se hacia mas notorio, de paso, como si no fuera suficiente, su aliento también hacia juego con su olor corporal general, combinaban a la perfección absoluta, yo creo que hasta los lentes de sol, se cubrían y empañaban a cada instante que podían, 3:30 y este personaje hablaba y hablaba y hablaba, hablaba, hablaba y venga a hablar, y yo no podía con cada letra que de su boca muerta salía, no me explicaba como con tan pocas piezas dentales en ella, tenia tanta fuerza al masticar su gruesa y dura halitosis, al pasar las 3:45 y acercándonos aun más al lugar que por nosotros pacientemente esperaba, pensaba en que a lo mejor fui bastante afortunado en haberme tardado unos cuantos microsegundos más en bajar del piso, que la llamada, el bolso y las escaleras habían sido mis cómplices para que así la experiencia de oler aquel color indescriptible y turbio que a la vans cubría durara un tanto menos.

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