lunes, 31 de mayo de 2010

A modo de imitación (Mireya Piñuela)

Voy caminando hacia la iglesia; hoy es miércoles 14. Camino exactamente 3 cuadras. Veo a mi alrededor basura que se camuflajean con los murales de la calle 5, pintados con aerosoles que al vaciarse destellan ideas psicodélicas, acompañadas de ruidos de la pequeña ciudad. Poco a poco encajo mis sentimientos a las sombras de un solitario callejón, donde existen ecos de gritos, llantos, torturas y respiración, escoltados por un olor putrefacto lleno de hilos de sangre que se desbordan por cualquier parte de algún cuerpo, sin importar la causa, su color es rojo. Piso el primer centímetro de la calle 6, lo se porque percibo el sabor a bar y calor de fiesta que se asoma por una gran ventana que da hacia la avenida, pero desde afuera escucho el grito placentero de un hombre , y siento la mirada perdida de una mujer. Pasar por la calle 6 para mi se asemeja cuando veo una película de terror, donde siempre hay una imagen que me sorprende, y no sale de mi cabeza después de tres noches, pero que aún recuerdo. En la esquina de ésta calle, hay una gran valla de publicidad, que cuando logro ver solo me dan nauseas, se retuercen mis ojos que prefieren quedarse ciegos con el sol, antes de pudrirse en la plasticidad del mundo. Calle 7; número perfecto para el hombre y para Dios. Siete los días de la semana, siete sacramentos, siete días de creación, siete pecados capitales. En ésta calle solo veo árboles, sillas y una iglesia. Ayer veía una mujer sentada en una silla. Hoy veo en la iglesia un sacerdote que habla, habla y habla, me siento y sigue hablando. Recuerdo, y sigue hablando: recuerdo un hombre como yo oscuro como el callejón, recuerdo minutos después una mujer en la calle 5 color rojo, huyendo de esta terrible imagen, ahora esta mujer está en la iglesia, acostada en el pasillo central, dentro de su final. Hablaba y hablaba el sacerdote, y dije: vengo a hablar yo; su color de piel está en mis manos, su última mirada perdida está en mi cuerpo y en su séptimo mes al lado de un ángel como yo, ha perdido su felicidad. Esperaré el día 7 para hablar sin palabras y solo hablar yo.

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