jueves, 13 de mayo de 2010

Cronología del miedo (Elizabeth Santander)

Lunes:

Me di cuenta que esa repulsiva inseguridad es lo más atroz que puede entorpecer mi destino. Peor que el desprecio y la conmiseración brillando de pronto en una clara mirada. El peor de los enemigos que habita dentro de mí.

Creo que siempre ha estado ahí… pero sólo hasta hoy hice consciente su presencia. Bastó simplemente con abrir los ojos y tratar de encontrar la fuente de mis angustias fuera de mí, retiré el velo que cubría mi rostro y así empecé a percibir con detalle cada roca que obstaculizaba mi paso. Aunque las tomaba con delicadeza, ellas se desvanecían al instante. En minutos se convertían en una arenilla casi imperceptible que era arrastrada por el aire.

Solté una fuerte carcajada, porque antes de tomar cada roca entre mis manos, pensé por horas la forma de hacerlo. Imaginaba el peso, la textura… y con insistencia pasaba por mi mente, la idea de que únicamente podría levantar las más livianas unos cuantos centímetros del suelo.

Todo ello también confirmó, debería pensar menos y hacer más.

Martes:

Voy de regreso a la casa y siento el peso leve y denso de estar equivocada de nuevo. Mis piernas se convierten en gruesas barras de hierro que se afincan en el suelo y no me dejan avanzar, la sensación se extiende a mis brazos y a cada uno de los órganos de mi cuerpo. Veo a todos lados en mi afán de encontrar ayuda, pero solo el aire y las hojas secas revoletean a mi alrededor.

Quisiera poder cerrar los ojos durante mucho tiempo, enterrarme en el orificio que mis piernas por su peso ha abierto y esconderme allí hasta que el peso se esfume. Minutos después de este momento de profunda aversión, siento frente a mí el hálito de un ser que no logro ver, me infunde su aliento y así guardo la tensión que hasta hace poco me azotó en el cofre aquel de mis ancestros.

Empiezo a desplazarme de nuevo hacia mi aposento, sin entender por qué no fui capaz de deshacerme de una vez por todas de esa terrible sensación de inseguridad, germen de mi terrible miedo.

Miércoles:

Por curiosidad hoy abrí el cofre en mi habitación. Una vez más me equivoqué, no debí hacerlo. Inmediatamente solté al germen de los temores, cadenas opresivas empezaron a extenderse por cada rincón del espacio en primer momento.

Más tarde ese germen atroz quiso penetrar de nuevo mis poros, tomé una manta para cubrirme y subí a la cúspide del closet; pero todo fue inútil… su presencia volvía a estar en mí. A partir de ese día cada uno de los instantes de que dispongo ha sido recorrido por sus pasos, que llenan la casa con su presencia invisible.

Jueves:

Tiemblo en espera de una luz que me dé las respuestas, que por lo general no encuentro. Despierto con el cuerpo helado, tenso, inmóvil, porque el sueño ha creado para mí, con precisión, el paso cos- quilleante de ese miedo sobre mi piel, su peso indefinible, su consistencia de entraña que suele posarse sobre el músculo trapecio, y por más que intento relajarme no puedo diluir ese temor que me agobia. Sin embargo, amanece. Estoy viva y mi alma inútilmente se apresa y se perfecciona; así salgo a la calle como si nada hubiese pasado la noche anterior, aunque reconozco que a veces se hace difícil disimularlo.

Viernes:

Pienso que el germen de ese temor, ha desaparecido, que se ha extraviado o que ha muerto. Pero no hago nada para comprobarlo. Dejo siempre que el azar me vuelva a poner frente a él, al salir del baño, o mientras me desvisto para echarme en la cama. El silencio de la noche me trae el eco de sus pasos, que he aprendido a oír, aunque sé que son imperceptibles.

Siempre lo he pensado, el miedo paraliza… Lo terrible está en que ya incluso detuvo mis pensamientos. Es como estar muerta en vida; los olores y los sabores se perciben cada vez menos, ahora da igual el color gris o el verde que solía usar cada vez que sentía la opresión cerca de mí, buscó un poco de fuego para sentir calor… y nada pasa.

Sábado:

Creo que estoy siendo víctima de una superchería y que me hallo a merced de un problema que sólo existe en mi mente. Estoy cansada, no aguanto más… ¿Cómo puedo sacar a esa terrible alimaña de mí? ¿Dónde está la clave? ¿O será que estoy pagando un alto precio por un inofensivo y repugnante temor sin sentido? Al fin de cuentas el juego de la vida está cargado de caídas y victorias pero, en mí caso, siento que desde hace tiempo caí y no logro ponerme de pie.

Domingo:

Me acaba de visitar ese terrible miedo. Se pasea embrolladamente por el cuarto, doy vueltas sobre mi cama y brotan manantiales por mis ojos hasta que se secan.

Entonces, estremecida en mi soledad, acorralada por el pequeño monstruo, recuerdo que en otro tiempo yo soñaba con estar aquí y lo veía como imposible.

No hay comentarios: